sábado, 27 de noviembre de 2010

Algo que celebrar en Mexico

Mi primer impulso fue decir que en México no hay nada que celebrar en el Bicentenario de su independencia y el centenario de su revolución.
¿Cómo celebrar cuando han sido asesinadas 28 mil personas desde que Felipe Calderón llegó a la presidencia en diciembre del 2006? ¿Cómo celebrar cuando los narcotraficantes controlan muchas partes del país? ¿Cómo celebrar cuando acaban de asesinar a 72 inmigrantes centro y sudamericanos en Tamaulipas?
¿Cómo celebrar cuando la Comisión Nacional de Derechos Humanos dice que en México hay 2,500 secuestros por año? ¿Cómo celebrar cuando, del 2006 al 2008, la misma comisión reportó 48 millones de víctimas de delitos en un país con poco más de 100 millones de habitantes?
¿Cómo celebrar cuando el presidente Calderón no puede crear un millón de empleos al año –como me prometió en una entrevista en el 2006- y evitar que los jóvenes mexicanos se sigan yendo a Estados Unidos?
¿Cómo celebrar cuando México tiene tantos pobres y algunos de los ricos más ricos del mundo?
Todo esto es cierto. Pero creo, sinceramente, que los mexicanos sí tenemos mucho que celebrar.
Lo primero que quiero destacar es que México no es su gobierno. Esto es importante. Es frecuente escuchar a los mexicanos quejarse del presidente y del congreso por su inefectividad al enfrentar la violencia, la falta de empleos, la pésima distribución del ingreso y la pobreza.
México tiene una sociedad civil muy activa, inquieta y que suele marcar una sana distancia frente a sus gobernantes y el poder. Eso hay que celebrarlo.
Mi gran esperanza en México radica en sus millones de jóvenes que no están esperando nada de su gobierno. Lean sus comentarios en Twitter y en Facebook para llenarse de optimismo con su independencia, su energía, sus propuestas, su audacia y hasta con su humor. Eso hay que celebrarlo.
Aún recuerdo que en una vieja conversación en la casa del escritor Carlos Fuentes, tras hacer una radiografía a todos los males nacionales, él insistía en que la grandeza de México radica en su cultura. México aguanta dos volcanes, me decía. Nada más cierto.
No solo tenemos una maravillosa tradición cultural que incluye al mismo Fuentes, a Octavio Paz y a Juan Rulfo sino que estamos rodeados de escritores mucho más jóvenes y dispuestos a explorar otros espejos, laberintos y llanos. Eso hay que celebrarlo.
El nuevo cine mexicano está en manos de un creciente grupo de artistas que no se ha olvidado de su país pero a quien México le quedó chiquito. Y qué bueno. Saltan fronteras del español al inglés y lo que les pongan. Ya es la regla encontrar a directores, productores, guionistas y actores mexicanos en los principales festivales de cine. Ellos están exportando una nueva imagen de México al mundo y están trayendo el mundo a México. Eso hay que celebrarlo.
Con la muerte de Carlos Monsivais perdimos una de las voces más críticas que ha tenido México en las últimas décadas. Pero su valentía no se ha perdido. Al contrario, se ha contagiado.
México es el país más peligroso del continente para ejercer el periodismo. Naciones Unidas y la OEA acaban de reportar que el menos 64 periodistas han muerto en la última década. Pero atrás quedaron siete décadas de censura y autocensura.
En México hay grandes periodistas –desde Elena Poniatowska hasta Lydia Cacho- que no nos dejarán caer, nunca más, en el hoyo negro del silencio. Eso hay que celebrarlo.
Soy uno de los millones de mexicanos que se fueron al norte. Pero sé que Estados Unidos es un mejor país –más tolerante, más diverso, más fuerte- gracias a la presencia de tantos inmigrantes como nosotros. Y eso hay que celebrarlo.
Desde aquí extraño todos los días la música, la comida, la geografía y los amigos que dejé hace más de 25 años y aplaudo –porque se lo merecen- tanto el triunfo de la nueva Miss Universo, Ximena Navarrete, como los goles del “Chicharito” Hernández.
Desde lejos sé que México tiene mucho que aplaudir.
Entiendo que la violencia y la muerte marcan este bicentenario en México. Pero Octavio Paz nos enseño que la vida y la muerte siempre han convivido en la cultura mexicana. Cuando en las elecciones del 2000 terminaron 71 años de autoritarismo celebré en el Zócalo (jugando fútbol) y este 15 de septiembre en la noche pienso hacer exactamente lo mismo.



El alfabeto

Antecedentes históricos del alfabeto:

Las pinturas rupestres son las primeras manifestaciones pictóricas que utilizo el hombre para expresar sus ideas graficamente  sus ideas.
De manera general podemos identificar tres expresiones graficas:

Escritura ideográfica:
Son los jeroglíficos que representan ideas y los mas conocidos son las de los egipcios.

Escritura cueniforme:
Utiliza símbolos en formas de cuñas o clavos T, representan silabas y palabras, esta escritura fue utilizada principalmente por  los persas.

Escritura fonética:consiste en representar graficamente no ideas, sino sonidos y lo inventaron los fónicos para simplificar la escritura.

¿Oro o Tierra?Dificil decisiòn

Desde que conocí esta historia, me parece la metáfora perfecta que refleja cómo somos y de lo que estamos hechos los seres humanos. Durante 800 años, nadie lo supo…
A mediados del siglo XX, en Tailandia, unos monjes budistas decidieron cambiar de lugar a un Buda de terracota albergado en un monasterio construido en el siglo XIII, pues por deterioro amenazaba con derruirse. Al iniciar el traslado, notaron que el buda se cuarteaba, así que renunciaron a la tarea para consultar a un experto.
Entrada la noche, un monje movido por la curiosidad acudió con una linterna a revisar las cuarteaduras del buda. Al acercarse a ellas, se percató de que le regresaban un brillo cegador; por lo que decidió tomar el martillo y el cincel para ensanchar un poco más una de las grietas. El brillo se hizo más intenso. Asombrado descubrió un tesoro nunca antes visto: el Buda de casi dos metros de alto, estaba hecho de oro macizo.
¿Durante esos 800 años, cuántas generaciones pasaron sin descubrir el tesoro? ¿A cuántas personas nos puede suceder lo mismo? ¿Cuántas veces no vemos lo que tenemos ante los ojos, por no ir más allá de lo evidente, de lo inmediato? Esto puede equivaler a vivir y morir en automático, sin sentido alguno.
Oro y tierra. Ser y humano. Por dentro oro: luz, bondad, creatividad, sueños, amor, perfección. Peeero, por fuera tierra: seres imperfectos que nos cuarteamos fácilmente. ¿Qué lo provoca? Cualquier cosa: la flojera, la mira en el placer inmediato, la falta de sentido, la ira, la vanidad, la gula y demás chuladas.
El secreto para descubrir el tesoro interior que nos proporcionará paz, tranquilidad, equilibrio, no está afuera de nosotros, como solemos pensar. Tampoco se encuentra en la cima de la montaña que soñamos conquistar y por la que sacrificamos tiempo de convivencia familiar, salud y descanso. ¡Qué equivocación! ¡Qué error! Pensar que allá arriba estará la tierra prometida o bien, una caja de felicidad envuelta para regalo. Ja, ja, ¡cuánta ignorancia! Y qué necedad, porque una vez conquistada esa cima, siempre habrá otra más grande que prometa ofrecernos, entonces sí, la felicidad.
Lo único que logra abrir una grieta que llegue al Ser, a la luz, es la meditación, la oración, el sometimiento de la voluntad, el silencio, el arte, el dolor y el amor. Descubrir esta verdad es lo que finalmente le da sentido a nuestra vida.
Sólo que ojo, mientras el ser nos murmura al oído frases sabias como: "Lleva una vida más sana", "Haz algo por los demás", "Agradece lo que tienes", "Te corresponde pedir perdón", "Dedícale más tiempo a tu familia", "Sé generoso", y demás; el humano grita, y grita fuerte: "¡¿Qué, qué?!, ¿levantarme a hacer ejercicio?, ¡pero si está oscuro todavía!", "¿Hacer algo por los demás?", "¡No tengo tiempo!", ¡Que me venga él a pedir perdón…!", y cosas por el estilo que todos conocemos de sobra.
En eso consiste nuestra lucha. En decidir a cuál voz escuchamos. Con la desventaja de que la interior no es nada cómoda; nos exige autodisciplina, entrega, trabajo, generosidad, esfuerzo y actuar desde otro nivel de conciencia. Así que reprimimos la voz y con frecuencia exigimos que "algo", el trabajo, el coche, la casa, el jefe o la pareja nos proporcione esa dosis de sentido existencial.
La factura llega tarde o temprano. Esa voz interior que comenzó en susurros, poco a poco eleva el tono hasta que nos da una fuerte sacudida. Está en nosotros darnos cuenta, despertar, elevar la conciencia, o bien, vivir y morir en la creencia de que estamos hechos completamente de terracota, como el Buda.
Gaby Vargas
  

Manual de autoayuda


Manual de autoayuda/12
“L
recetas para alcanzarla”, decía Henry Miller.
a única vida es la eterna, pero no tengo
Se impone nuestra mortalidad, nuestra finitud.
Si consideramos nuestra propia existencia como un
milagro, como un accidente o como una maldición,
de todas formas debemos vivirla hasta donde se
pueda y como se pueda. No importa el breve lapso,
el abrir y cerrar de ojos, la condena de nacer
y morir de todos los seres que han sido arrojados
al mundo, la única opción posible es que hay que
vivir hasta morir.
¿Cómo? Ésa es la cuestión. Y es que “se puede
vivir de muchos modos, pero hay modos que no dejan
vivir”, como bien lo ha escrito Fernando Savater.
¿Cómo, entonces?
Lo siguiente se le atribuye a Borges:
“Si pudiera vivir nuevamente mi vida,/ en la
próxima, trataría de cometer más errores./ No intentaría
ser tan perfecto; me relajaría más…”
Lo dice un hombre de 85 años, al que se le
escapa la vida. El tiempo se le ha ido y ya no
puede modificar su existencia. Añora lo que dejó
de hacer. Se lamenta, pues, de ser más joven, “correría
más riesgos, haría más viajes, contemplaría/
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría
más ríos./ Iría a más lugares donde nunca he ido,/
comería más helado y menos habas,/ tendría más
problemas reales y menos imaginarios”.
Dice Buda que el problema consiste en pensar
que nos sobra tiempo. Pero un día ese tiempo se
acaba y nos alcanza la muerte.
Si llegas a viejo, llegará el momento en que te
sorprenderás de las arrugas, del frío intenso en los
huesos, del sentirte joven en un cuerpo de anciano,
de no ver bien y de tropezarte con todo. Ya no
podrás hacer lo que antes hacías. Te reprocharás no
haber vivido más, si todo –a pesar de tantos años
sobre tu espalda– se reduce a un guiño, a un corto
y único instante sobre la tierra.
Si eres joven y el cáncer te asola o te cae un
piano encima o te mata un asaltante para quitarte
dos pesos, la sensación será la misma. Lo que hice
y lo que no. El tiempo que malgasté. El tiempo
perdido que no regresa.
Afirma (presuntamente) Borges: “Yo era de
esos que nunca iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas
y un paracaídas”.
¿Y tú?
Recuerda que no atreverse es perder lo que
pudo haber sido.
Finalmente lo tuyo es vivir. De la muerte que
se ocupen los muertos. Vive tu vida. Hazlo de manera
intensa, más que sensata. Gozosa, más que
higiénica. Sal a la intemperie. No temas caerte. Sé
más atento y a la vez más distraído. Prueba uno
que otro vicio y abandónalo. No renuncies a la idea
del mal pero no tengas en la mente el pecado.
No dañes. No confíes en quien te dice que la vida
está en otra parte. Explora. Atrévete a fallar porque
hiciste, no porque dejaste de hacer.
Di, como Cavafis: “recuerda, cuerpo, cuánto te
amaron”. Como Borges: “Gracias por la mañana,
que nos depara la ilusión de un principio”. Que tus
ojos se llenen de mundo. Que tu boca diga lo que
hay que decir. Disfruta del helado y de las habas,
de la acción y la contemplación, del jardín y del
páramo, de lo sublime y lo vulgar, de lo infinito
de la noche y de la algarabía terca del amor. Repite
ese otro exacto verso del poeta ciego: “Convencidos
de caducidad/ por tantas nobles certidumbres
del polvo”, y piensa en tu lápida o en tu ceniza,
pero sólo para apurar tu gusto por los placeres del
mundo, para recordarte que un día ya no habrá
luz, tiempo, problemas, amaneceres, sueños, dolores,
sed, navidades, y entonces, desperezarte, y entonces,
avivarte. Sé curioso. Rodéate de la bondad
y la belleza, aunque nunca sean suficientes. Invéntate
una filosofía que atraviese el misterio y absur
de la vida. Y cuídate, que no hay reemplazo:
con todo lo bueno o lo malo, con toda su desdicha
o felicidad, esa existencia es la única que tienes.
do

Significado etimologico de los nombres de la semana




Domingo:del latín dominicus dies día del señor.Para los cristianos es tradicionalmente el séptimo día de la semana, aunque en realidad es el primero porque se consagra una nueva semana a Jesucristo que resucito después del sábado.
Lunes:del latín lunaes dies día de la luna. Durante mucho tiempo se contó por meses lunares el curso de los años.
Martes:proviene del latín martes dies, día dedicado a Marte Dios de la guerra.
Miércoles:del latín merduris dies día de Mercurio Dios de los comercios y viajeros.
Jueves:del latín juvies dies día de Júpiter Dios del cielo, de la luz del día y del tiempo atmosférico.
Viernes:del latín veneries dies día de Venus asociado a la diosa Afrodita, diosa del amor.
Sábado:del hebreo sabbath que significa descanso.